Heridos en atentado reconstruyen hechos.
OSLO, Noruega, 27 de abril (OEM-Reuters).- Un servidor público noruego, al que le tuvieron que amputar una pierna tras ser alcanzado por una bomba, colocada por el fanático de ultraderecha Anders Behring Breivik, habló hoy en una corte sobre el momento en que su vida cambió para siempre.
"Repentinamente, algo me impactó, una ola de presión muy fuerte que me levanta y me lanza lejos", comentó Tore Raasok, un trabajador de 56 años del Ministerio de Transporte, a los jueces que juzgan a Breivik por el asesinato de 77 personas a sangre fría, el verano boreal pasado.
Raasok es uno de los ocho sobrevivientes de la bomba que colocó Breivik el 22 de julio del 2011, en oficinas del gobierno que se presentarían como testigos en el juicio hoy para describir el efecto de los crímenes del atacante en sus vidas.
Los sobrevivientes de otra atrocidad de Breivik -un tiroteo en un campamento de verano del Partido Laborista- comparecerán en la corte en una fecha posterior.
"Las cosas han estado bastante bien con mis ojos", comentó el servidor público con anteojos, mientras Breivik miraba atentamente a pocos metros. "Veo tan mal como antes del evento", agregó con humor negro.
"Todo esto es muy difícil de escuchar. Pero estos casos son parte de la acusación, de modo que las víctimas tienen que arrojar luz sobre las consecuencias de lo que pasó", dijo el fiscal Svein Holden.
Breivik, de 33 años, es acusado de terrorismo y asesinato por detonar una bomba que mató a ocho personas e hirió a más de 200 y por matar a tiros más tarde a 69 personas en el campamento del Partido Laborista, la mayoría de ellos entre 14 y 19 años.
El imputado ha admitido haber sido el autor de los asesinatos, pero ha negado tener alguna responsabilidad criminal, insistiendo en que las víctimas eran "traidores" de izquierda, cuyo supuesto apoyo político a la inmigración estaba ayudando a destruir la cultura europea.
Kristian Rasmussen, otra víctima de la bomba, dijo a la corte que se encontraba escribiendo un correo electrónico en su oficina en el Ministerio de Energía cuando "todo se volvió negro".
"Estuve en coma por alrededor de 12 días y había mucha incertidumbre respecto a si yo sobreviviría", recordó el hombre de 31 años, quien estuvo hospitalizado casi dos meses.
Fuera de la corte, miles de rosas aún yacían en el suelo después de que fueron depositadas por más de 40,000 personas que se reunieron ayer para cantar una canción denostada por Breivik, en una manifestación que sus organizadores dijeron que apuntaba a apoyar a las víctimas y mostrar al pistolero que no había quebrado a la tolerante sociedad noruega.
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