domingo, 11 de abril de 2010

PROFILING:EL ANÁLISIS PSICOLÓGICO DE LA CONDUCTA CRIMINAL.

PROFILING.
El análisis psicológico de la conducta criminal.

 La comprensión de la conducta delictiva siempre ha resultado algo de gran interés para las personas, tanto desde un punto de vista judicial o policial como desde planteamientos sociales. Así, vemos cómo el análisis del comportamiento criminal no solo está captando el interés de la literatura y el cine, sino que también se está trasladando al público en general. Pero, como suele ser habitual, los ejemplos que podemos ver en las películas o en las series de televisión son bastante confusos e imprecisos.



(FOTOGRAMA DE LA SERIE CRIMINAL MINDS)



La técnica de análisis criminal conocida como ofender profiling o «perfilamiento criminal» es básicamente una herramienta de investigación elaborada desde principios derivados de las ciencias de la conducta y cuya finalidad es la realización de un perfil psicológico del criminal partiendo del estudio de la forma en que el delito ha sido cometido. Se trata de una disciplina de reciente aparición y, como tal, tiene los problemas característicos de esta circunstancia, es decir, adolecer de una metodología claramente establecida, no disponer en muchos casos de una base teórica suficiente, y sentirse constantemente a prueba.

Cuando hablamos de realizar un «perfil psicológico» no podemos mantener el objetivo de hacer una descripción completa del delincuente. Este objetivo sería poco realista y nos llevaría con seguridad al fracaso. Más bien, se trata de hacer algo parecido a lo que se consigue cuando se hace un retrato robot, es decir, concretar aquellas características esenciales del agresor que nos servirán para elegir dónde y qué buscar. En la mayoría de las ocasiones será más útil para excluir hipótesis que para incluirlas.

Un acto delictivo no deja de ser una manifestación de conducta, desviada de la norma, pero conducta al fin y al cabo, por lo que la tarea del profiler no es más que el estudio de un episodio concreto de conducta humana. Resulta obvio que ésta es, por definición, una tarea propia del área de conocimiento de la Psicología.

Este profesional, por tanto, debe tener una amplia formación en Psicología y, a ser posible, experiencia como investigador criminal. Debe ser capaz de abordar cualquier escenario sin prejuicios, actuar en muchos casos como elemento de enlace entre diversos elementos de un equipo, disponer de un amplio acervo cultural que le permita encontrar significado a conductas poco usuales de carácter sexual, religioso, etc., y, finalmente, tener la capacidad comunicativa necesaria para transmitir todo esto tanto a los equipos policiales como a los tribunales de justicia.

Tradicionalmente se han venido realizando dos tipos de aproximaciones al estudio de la conducta criminal, una de ellas, desde el ámbito policial, iniciada por agentes del FBI en EE. UU., y otra, desde instancias académicas, entre las que destaca el trabajo del profesor David Canter de la Universidad de Liverpool (Inglaterra).


El profiling policial se caracteriza por constituir un marco basado primordialmente en la experiencia acumulada por un grupo reducido de agentes del FBI. Estos agentes han participado en numerosas investigaciones y han constatado cómo diversos crímenes mantienen una serie de elementos en común y, además, son capaces de clasificar ese tipo de coincidencias como resultado de un proceso conductual similar desarrollado por los autores de esos actos delictivos.

Desde este modelo se desarrolla una clasificación dicotómica entre lo que ellos denominan «delincuente organizado» (psicopático) y «desorganizado» (psicótico), y se describen qué indicios conductuales pueden encontrarse en la escena del crimen según el subtipo al que pertenezca el agresor.

Por su parte, Canter señala, refiriéndose a esta visión del profiling, que el hallazgo más importante llevado a cabo por la Unidad de Ciencias de la Conducta del FBI es establecer que existe un patrón conductual, un molde en el que se inscriben las acciones de los criminales violentos y que en algunos casos esto es suficiente para descubrirlos, aunque también señala, como aspecto negativo, que a pesar de que realicen un gran trabajo recopilador de datos, nunca llegan a plantear o elaborar una teoría o guía sobre cómo realizar un «perfil criminal».

Desde el modelo británico no se pide al experto que busque en su experiencia anterior elementos coincidentes con el caso actual, sino que basándose en sus conocimientos sobre Psicología intente realizar un análisis de los hechos y que, como hipótesis, desarrolle un patrón psicológico descriptivo de los posibles autores.

En este modelo subyace la idea de que el comportamiento criminal no difiere sustancialmente en cuanto a sus características conductuales de cualquier otro desarrollado por una misma persona, y que transgredir la norma jurídica constituye su elemento diferenciador.

En resumen, podemos decir que la aproximación policial pretende «inducir» en un caso concreto los conocimientos adquiridos en la experiencia profesional.
Para esto utiliza un método de razonamiento inductivo que se basa en la comparación de los datos de un caso con los de hechos delictivos previos mediante la utilización de técnicas de procesamiento estadístico.

La perspectiva psicológica pretende deducir un caso concreto utilizando los conocimientos científicos que se poseen, aunque éstos no tienen que haber sido adquiridos directamente en el campo criminal.

 El método de razonamiento deductivo se centra en los patrones de conducta del delincuente particular utilizando como referente el conjunto de conocimientos científicos sobre la conducta humana.

La realización de perfiles criminales mediante el procedimiento inductivo es una forma económica de producción. Una vez que se dispone de una base suficientemente amplia, se confecciona un protocolo de recogida de datos que permite realizar un proceso comparativo para clasificar el caso en función de su similitud con casos anteriores.

La mayor desventaja de esta forma de realizar perfiles tiene que ver con el hecho de estar basada en generalizaciones de datos procedentes de poblaciones limitadas y no estar específicamente relacionada con ningún caso.

La variedad de datos de que se dispone proviene sólo de los delincuentes conocidos y aprehendidos, lo que puede dar lugar a una serie de errores al suponer que los ofensores del pasado son culturalmente iguales que los actuales y que les influye el mismo medio ambiente. Se intenta predecir la conducta humana desde muestras muy pequeñas y no se valoran los posibles cambios en motivación y conducta a través del tiempo.

En el caso del procedimiento deductivo se realiza un análisis independiente de cada caso mediante el que pretenden extraerse conclusiones relativas al mismo. El proceso está condicionado por los conocimientos científicos y culturales de la persona que realiza el análisis, así como por su actitud crítica.

Las fuentes de datos serán las evidencias halladas en la escena del crimen, el resultado de los análisis forenses, las declaraciones de la víctima y cualquier otro indicio o dato accesible que provenga de una fuente que ofrezca garantías y, por supuesto, que guarde relación directa con el caso.

El profiler que utiliza este sistema mantiene una serie de asunciones: Ningún agresor actúa sin motivación.

Cada agresor individual debe investigarse como si una única conducta y motivación existiese. Diferentes agresores exhiben la misma o similares conductas por razones completamente diferentes.

 Dada la naturaleza de la conducta humana, la interacción y las influencias ambientales, dos casos nunca son iguales debido a que la conducta humana se desarrolla de una forma única, en un momento histórico concreto y en respuesta a factores biológicos y ambientales concretos.

El modus operandi del criminal puede evolucionar con el tiempo, bien por un aumento de su sofisticación o, simplemente, para adaptarse a nuevas circunstancias.
La perfilación no es asunto de realizar un horóscopo o presunciones sino de un amplio estudio de la conducta humana y de la sociedad en conjunto una vez que esta sociedad ha sido vulnerada por la anomie.

domingo, 4 de abril de 2010

HEBREOS Y SU SUPERVIVENCIA

Los judíos: Una historia de supervivencia




La devoción judía se basa en la adoración a Dios (Yahvéh) y la estricta obediencia a su ley religiosa La Torá, compilación oral y escrita revelada al mayor profeta Moisés. Sus raíces se centran en la tierra de Israel, lugar que forjó su identidad nacional, religiosa y cultural, y que expandió la comunidad a sus alrededores entre: Medio Oriente, Mar Mediterráneo, Líbano, Siria, Jordania y Egipto. Esto provocó que Israel sirviera de puente a tres continentes: Europa, Asia y África. No obstante, también surgió el grupo de los “no creyentes”; gente esparcida en diferentes nacionalidades que dedicó parte de su vida al exterminio del judaísmo.

La nación de Asiría, alrededor del año 721 a.C. destruyó el reino del norte de Israel; torturaron, mataron y exiliaron a millones de ellos. Babilonia en el año 586 a.C. hizo lo mismo en el Sur. El Imperio Romano en el año 70 a.C. asesinó a más de un millón, destruyendo su patria y el templo de Yahvéh. Los Nazis por su parte aniquilaron a seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente los judíos están en todas partes. Existen a través de grandes familias que luchan por mantener firme su creencia. Desde pequeños se le enseña a cada individuo el estilo de vida que le será heredado. Hoy día la propia religión mantiene su respeto aun más fuerte, esto debido a los sucesos transcurridos por sus ancestros. Hecho que revela por qué ameritan ser nombrados los sobrevivientes.

Con información de:

http://www.historialago.com/xto_01110_religionjudios_01.htm
http://www.dimensiones.org/canales/vidmodrn/bneinoaj/lossiete4.htm
http://www.masuah.org/datos_geograficos_y_cultulales_d.htm

jueves, 1 de abril de 2010

tradición china

Tradición en China explicaría a los veintiún bebés muertos


La Prensa

1 de abril de 2010





PE­KIN, Chi­na, 31 de mar­zo (OEM-AP).- La tra­di­ción ru­ral chi­na de aban­do­nar a los in­fan­tes muer­tos po­dría ex­pli­car el ca­so de 21 ca­dá­ve­res de be­bés que apa­re­cie­ron en un río en el es­te del país, al pa­re­cer arro­ja­dos por tra­ba­ja­do­res de una mor­gue de hos­pi­tal.



Los cuer­pe­ci­tos -por lo me­nos uno de ellos den­tro de una bol­sa ama­ri­lla con el le­tre­ro "de­se­chos mé­di­cos"- fue­ron ha­lla­dos flo­tan­do en un río en las afue­ras de la ciu­dad de Ji­ning, en la pro­vin­cia de Shan­dong, el fin de se­ma­na.



La po­li­cía de­tu­vo a dos tra­ba­ja­do­res de la mor­gue de un hos­pi­tal don­de las fa­mi­lias de los be­bés les pa­ga­ron pa­ra des­ha­cer­se de los cuer­pos.



Una pre­gun­ta que se plan­tea­ba hoy es por qué los pa­dres de tan­tos ni­ños muer­tos se li­mi­tan a aban­do­nar los res­tos.



Las re­glas del hos­pi­tal es­ta­ble­cen que las fa­mi­lias tie­nen que lle­var­se los cuer­pos, se­gún el Qi­lu Eve­ning News, de la pro­vin­cia de Shan­dong. Sin em­bar­go, la muer­te de un in­fan­te es con­si­de­ra­da ma­la suer­te en­tre al­gu­nas fa­mi­lias ru­ra­les, que sue­len aban­do­nar el ca­dá­ver o en­te­rrar­lo en tum­bas sin iden­ti­fi­ca­ción.



"Se­gún las cos­tum­bres en al­gu­nos si­tios, los in­fan­tes muer­tos no son con­si­de­ra­dos miem­bros de la fa­mi­lia y no son en­te­rra­dos en las tum­bas fa­mi­lia­res", ex­pli­có Cao Yong­fu, pro­fe­sor del Ins­ti­tu­to de Eti­ca Mé­di­ca en la Uni­ver­si­dad de Shan­dong.



Al­gu­nas fa­mi­lias pre­fie­ren de­jar el ca­dá­ver en el hos­pi­tal o pa­gar a al­guien pa­ra que lo en­tie­rre, di­jo Ma Guang­hai, vi­ce­de­ca­no de la Es­cue­la de Fi­lo­so­fía y De­sa­rro­llo So­cial de la uni­ver­si­dad, in­for­mó la agen­cia no­ti­cio­sa ofi­cial Xin­hua.



Al­gu­nas cos­tum­bres lo­ca­les van to­da­vía más allá. Cuan­do mue­re el be­bé, la fa­mi­lia que­ma sus ro­pas, ju­gue­tes y fo­tos, to­do lo que re­cuer­de que ha­ya exis­ti­do ja­más.

Niña de 15 años prostituta y lenona.

Jovencita prostituta

TREN­TON, Nue­va Jer­sey, 31 de mar­zo (OEM-AP).- La po­li­cía lo­cal arres­tó a una mu­cha­cha de 15 años de edad que, se­gún di­jo, se pros­ti­tu­yó a sí mis­ma y a su her­ma­nas­tra de sie­te, pa­ra man­te­ner re­la­cio­nes se­xua­les con has­ta sie­te hom­bres y ni­ños en una fies­ta cer­ca de su ho­gar, en un ba­rrio de al­ta in­ci­den­cia de­lic­ti­va.

El ca­pi­tán Jo­seph Ju­niak, de la po­li­cía de Tren­ton, di­jo hoy que la ado­les­cen­te em­pe­zó a re­ci­bir di­ne­ro pa­ra man­te­ner re­la­cio­nes con va­rios hom­bres en la fies­ta y des­pués en­tre­gó par­te del di­ne­ro que ha­bía re­ci­bi­do a la más pe­que­ña pa­ra que de­ja­ra que los hom­bres em­pe­za­ran a to­car­la, agre­gó.

La ni­ñi­ta des­pués se vis­tió y dos ex­tra­ños la lle­va­ron llo­ran­do a su ca­sa, mien­tras la ma­yor se que­da­ba en la fies­ta. Fue aten­di­da en un hos­pi­tal.

La ado­les­cen­te es acu­sa­da de agre­sión se­xual con agra­van­tes, pro­mo­ción de la pros­ti­tu­ción y otros de­li­tos. Su nom­bre no fue da­do a co­no­cer de­bi­do a su edad.

La po­li­cía cree que has­ta una de­ce­na de per­so­nas asis­tie­ron a la fies­ta. Es­tá tra­tan­do de ras­trear a los hom­bres y me­no­res de edad que asis­tie­ron y re­vi­sa­rá los vi­deos de cá­ma­ras de vi­gi­lan­cia.

La po­li­cía di­jo que las ni­ñas es­ta­ban en la ca­lle el pa­sa­do do­min­go por la tar­de cuan­do unos jó­ve­nes que co­no­cían a la ado­les­cen­te la in­vi­ta­ron a la fies­ta. En vez de de­jar a su her­ma­nas­tra, la lle­vó con­si­go.

En la fies­ta, la ma­yor em­pe­zó a man­te­ner re­la­cio­nes con va­rios de los hom­bres por di­ne­ro y des­pués dio al­go de di­ne­ro a la pe­que­ña pa­ra que se de­ja­ra to­car, di­jo el po­li­cía.

"Pa­só de to­que­teos a agre­sión y vio­la­ción", agre­gó. "Ame­na­za­ron con ma­tar­la si gri­ta­ba o si le con­ta­ba a al­guien".

Los pa­dres de las ni­ñas ha­bían de­nun­cia­do su de­sa­pa­ri­ción el pa­sa­do do­min­go por la tar­de. La po­li­cía aca­ba­ba de lle­gar a la ca­sa cuan­do re­gre­só la más chi­ca, di­jo Ju­niak.

El al­cal­de de Tren­ton, Doug Pal­mer, ca­li­fi­có el he­cho de "re­pug­nan­te" y agre­gó que era de lo peor que ha­bía vis­to en sus 20 años en el car­go.